jueves, 9 de abril de 2015

Ganimedes entre los dioses

Zeus presentó su presa a los dioses y diosas y todos se quedaron estupefactos por la belleza del joven que eclipsaba al propio Apolo. Convertido en el copero del dueño de rayos y truenos, Ganimedes recibía miradas de soslayo porque todos sabían que Hebe, la juventud personificada y divinizada en una misma figura, había sido desplazada y los dioses no olvidan las ofensas. Hebe descendió a la tierra y eligió a dos mortales para derramar sobre ellos su esencia y hacer que cada uno de ellos viviera tantas generaciones como hojas tiene un frondoso roble. A uno, a Dictis, lo encontró ensoñador en una nave próxima a Troya. Al otro, a Daris el frigio, lo encontró camino de Troya porque los heraldos ya habían anunciado la vecina llegada de las naves griegas. A ambos roció con el elixir que concedía la juventud y ellos sólo notaron que debían de narrar lo que vivieran a partir de ese momento. Ganimedes, entre sonrisas, llenaba la copa de su raptor antes de sentarse complaciente a su lado. Nadie se había percatado de la ausencia de Hebe hasta que apareció en el Ida y se sentó en silencio en un apartado rincón desde donde divisaba el pongo y las llanuras cercanas a Troya. Un rictus dibujado en su cara era la señal palpable del comienzo de la venganza: tanto Dictis como Daris escribirían la historia de la guerra de Troya e inventarían las historias de los dioses para aderezar la narración. Y ambos obedecerían los preceptos de la diosa por estar sometidos a ella. Ahora la historia de la guerra de Troya estaba en las manos de un cretense y de un frisio y los dos obedecían a los caprichos y deseos de Hebe.

(Hebe, diosa de juventud, de Antonio Canova / http://es.wikipedia.org/wiki/Hebe_(mitolog%C3%ADa)

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