Desde su fragua se divisaban dos combates, uno entre los dioses y otro entre los humanos. Los dioses se decantaban por sus héroes preferidos en virtud de los sacrificios y libaciones que habían recibido. Los hombres se esforzaban por agradar a los dioses para atraerse sus favores. Y en medio de ambos el fragor guerrero se alzaba desde Troya como la polvareda de un rebaño de ovejas asustado por la llegada del lobo. El cincel daba forma a los carros entrechocando, héroes abatidos con la lanza clavada, el suelo teñido de púrpura, gritos de horror y de terror llenaban el poco espacio hueco que dejaban los combatientes. Los ríos Escamandro y Simois, purpúreos, limpiaban los cadáveres aún calientes y la ira de Aquiles se desataba como un torbellino que amenazaba al Escamandro. Tan solo las manos de Hefesto fueron capaces de detener el choque entre Aquiles y Escamandro.
(http://pt.wikipedia.org/wiki/Simeonte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.