No hay tiempo que perder -dijo Agamenón desde la pequeña cueva que amplificaba su voz. Cuando acabemos de reunir las tropas de todos los griegos obligados por juramento a defender el honor de mi hermano la tierra temblará a nuestro paso y araremos el mar hacia la ciudad de Troya. ¡Que se vayan preparando las mujeres troyanas porque llorarán por los cadáveres de sus maridos e hijos y ellas serán nuestras esclavas y tendrán hijos con sangre real griega!. ¡Que los buitres se preparen para darse un festín de troyanos!. ¡Que Hades abra sus puertas de par en par porque muchos troyanos cruzarán la laguna del olvido hacia la morada de los que ya no tienen vida!. El Simois y el Escamandro se teñirán de sangre y el mar se convertirá en vino aguado. Cuantos granos de arena mueve el viento insaciable en el desierto y como las hojas que en otoño colorean el suelo, así será el número de troyanos muertos.
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