La princesa troyana Casandra esperaba a su hermano Paris para predecirle uno de sus augurios: que llegaría a ser rey de Troya tras vencer a los griegos. Pero ni los augures ni Paris ni nadie en palacio hizo caso de sus palabras porque sabían que Apolo había maldecido las predicciones de Casandra haciéndolas falsas. A pesar de ello liberó a sus palabras de la cárcel de la boca y las palabras volaron como plumas inútiles que el viento juega a diseminar por toda la tierra. Paris le regaló una sonrisa fraternal tras oírla y se marchó hacia el palacio para iniciar los preparativos que le llevarían en embajada con Héctor hasta Esparta.
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