La ciudad bullía ante la llegada de los príncipes troyanos aunque la noticia del rapto de Helena había llegado mucho antes. Casandra lo había anunciado poco después de la partida de la nave troyana hacia Grecia pero nadie creyó sus palabras. Engalanados palacios, calles, puertas y murallas, Paris y Helena entraron por las puertas Esceas triunfantes como si toda Europa y toda Asia se hubieran rendido a sus pies. A la alegría seguía el júbilo y a este la algarabía seguida del regocijo y del festín. Todo era una fiesta de acogida de los amantes. Esto no le pasó desapercibido a Hefesto a pesar de que estaba ocupado en la forja de las armas que Paris recibiría a su llegada a Troya. Y su rostro se ensombreció pensando en la sangre que se derramaría cuando terminase la fiesta.
(http://www.profesorenlinea.cl/Biblioteca/Homero/La_Iliada/Canto_II.htm)
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