sábado, 9 de mayo de 2015

El cofre de Helena.

Hefesto quiso reflejar también en el escudo la leyenda que ya la tradición reflejaba en la boca y en la memoria de griegos y troyanos: el rapto de Helena. Pero nadie sabía a ciencia cierta qué había pasado exactamente, si Helena se marchó voluntariamente o si se quedó a salvo en la isla de Delos llevándose Paris un fantasma de la reina espartana. Quizás todos eran piezas de un juego de rivalidades entre los dioses sin saberlo. A Helena siempre le habían rodeado enfrentamientos, engaños, traiciones, luchas de poder, ambición y pasiones. Ya sabía lo que era un semidiós después de ser raptada por Teseo. Ya sabía lo que era el engaño dado que Zeus se había tenido que metamorfosear en un cisne para engendrarla. Sabía la pasión que despertaba en los hombres porque todos juraron -como única manera de contener tanta violencia- respetar al que tuviera la dicha de casarse con ella. Sabía que la riqueza estaba en sus manos en el trono de Esparta y que era la mujer más envidiada de la tierra entera pero no se imaginaba la envidia que despertaba entre las diosas. Cuando se marchó con Paris llevó su tesoro personal en un cofre y no volvió la vista atrás. Hefesto intentó imaginarse este momento pero no era capaz de hacerlo y desistió de esculpirlo en el nuevo escudo de Aquiles. Paris, por su parte,  nunca consiguió saber qué guardaba en el cofre. Los poetas dicen que era un cinturón mágico. Pero los poetas no siempre dicen la verdad.

(http://es.wikipedia.org/wiki/Helena_(mitolog%C3%ADa)
Crátera del s. IV a.C. en la que se representan a Helena y a Paris en esta vasija de figuras rojas. En ella se almacenaba el vino que se repartiría posteriormente en los simposios.

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