Era conocida por su belleza. Todos habían pronunciado alguna vez el nombre de Helena, la protectora de las luciérnagas que guían a los amantes nocturnos. Crecía y su belleza aumentaba. Se decía que algunas diosas se sentían ofendidas. Afrodita se presentó en uno de sus sueños y le mostró el cuerpo desnudo y el rostro del príncipe troyano rubio y Helena se quedó prendada de él deseándolo ardientemente a pesar de que pronto sería la esposa de uno de los ilustres pretendientes que se habían reunido en su casa. Varias noches seguidas ininterrumpidamente aparecía la imagen de Paris en los sueños de Helena y el deseo crecía y crecía hasta desbordarse. Helena le preguntó cómo podría conseguir el amor del troyano y Afrodita le respondió que ella se lo proporcionaría si le hacía partícipe de sus sueños. Helena lo dudó el tiempo que tardó en pestañear y esto significaba asentir. Así la mujer más bella de Grecia dejaba que Afrodita se convirtiese en parte de sus sueños. Quedó satisfecha con el pacto y se durmió plácidamente contemplando la imagen de Paris bañándose en un arroyuelo cerca de donde una cervatilla miraba con sus ojos de noche de verano que espera el abrazo de los amantes.
(https://maripeli8.wordpress.com/2013/09/21/frente-al-mar/)
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