En el Olimpo todos los dioses estaban expectantes ante la llegada de Hefesto. Desde que había sido arrojado con desprecio de las alturas nunca había regresado a la mansión divina a pesar de las peticiones reiteradas de Iris y de Hermes. Las numerosas visitas del dios mensajero a la cueva de Hefesto tenían un fin, proporcionarle el oro con el que construiría el trono del rey de dioses. No le preguntaba de dónde sacaba el valioso metal aunque la relación con los bandidos era evidente ya que Hermes era para unos el patrono de los bandidos y maleantes en general pero para otros -por ejemplo para los Sintios que lo habían criado- lo era sin duda Hefesto. Cuando el preciado objeto ya estaba elaborado Hefesto lo llevó al Olimpo para admiración de todos y con una leve inclinación de cabeza se lo ofreció al padre de todos. Zeus lo recibió gustoso y al sentarse él mismo parecía de oro. Todo refulgía a su alrededor. Antes de abandonar la dulce morada Zeus le encargó otro trono de igual magnificencia para su esposa Hera. Asintió el burlón Hefesto al tiempo que se retiraba con irónica expresión en su semblante.
(http://classicgrandtour.com/2013/12/19/en-el-regazo-de-zeus/)
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