viernes, 3 de abril de 2015

Recitado en las Panateneas

La víspera del festival musical y poético que cerraba las Grandes Panateneas el joven rapsoda -joven porque sus canas aún no superaban el número de cabellos de azabache- estaba nervioso y repasaba mentalmente el recitado de los versos homéricos. No podía conciliar el sueño y su imaginación le acunaba entre los suaves murmullos de los dioses olímpicos deliberando sobre el destino de los combatientes. Era capaz de recitar de memoria más de 600 versos y así lo había demostrado en cada una de las cinco competiciones anteriores pero esta vez debía superar con creces este número de versos y había añadido el canto de la forja de la nueva armadura de Aquiles. Era más difícil domeñar estos versos homéricos que a un toro salvaje aunque la belleza descriptiva del paisaje dibujado por Homero facilitaba la labor. La noche, con su silencio desenfrenado de fiesta apoteósica, avanzaba. Los versos se ordenaban en su memoria. Tenía el presentimiento de que en esta ocasión ganaría el primer premio y su recitado sería seleccionado para la versión oficial de la Ilíada. Pero los martillazos de Hefesto no le dejaban dormir.

(http://www.conexioncubana.net/index.php/esteban-casanas-lostal/171-el-que-nacio-para-yunque-del-cielo-le-cae-un-martillo)

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