Hera, enfadada porque el trono de Zeus le dejaba en una posición de inferioridad, mandó difundir a los cuatro vientos a través de Hermes que quien le confeccionase un trono digno de la reina del Olimpo recibiría a cambio un don inolvidable e incomparable. Poco tardó la noticia en extenderse por todos los rincones de la tierra y del cielo. Poco tardó en aparecer en el Olimpo Prometeo con un trono para Hera. Le dijo que era único, elaborado exclusivamente con diamantes y la diosa se sentó complacida y exultante pero cuando intentó incorporarse no fue capaz de hacerlo poniendo de manifiesto el engaño de Hefesto. Apareció Hefesto ante Hera, su madre, orgulloso de haberla atrapado para vengarse del hecho de haber sido arrojado con desprecio del Olimpo y como artífice del trono reclamó algo que todos, dioses y mortales, deseaban: casarse con Afrodita. Hera tuvo que concedérselo para librarse de la prisión de diamante. Y aquella noche en la fragua de Hefesto nadie avivaba el fuego. Sin embargo, en los aposentos de los invitados Hefesto avivaba sin cesar el fuego de la pasión y Afrodita le acompañaba.
(http://sobreleyendas.com/2010/11/30/hefestos-y-afrodita-o-la-extrana-pareja/)
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