Dares el frigio se paseaba, como de costumbre, por el adarve y se quedó paralizado ante la visión de Afrodita aunque no era extraño que la diosa abandonase el lecho conyugal. Tenía la cabeza apoyada contra el muro defensivo y parecía meditar en las consecuencias del juicio de Paris. Se adormeció y Dares espiaba la escena con deleite. Un puñado de Líridas cayeron sobre su rostro como lluvia de oro y diminutas pecas se dibujaron en la tez ebúrnea. Desde entonces unas graciosas pecas adornan el rostro de Afrodita.
(m105.com.mx/noticias/noticias.php?dID=665717722)
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