No sangraba pero dolía la herida invisible de la muerte de Patroclo y Aquiles, lacerado, rumiaba incesantemente el sabor de la venganza. Los dioses apremiaban a Hefesto para que Aquiles pudiese cumplir su destino mientras las Parcas tensaban el hilo del héroe enfurecido. La herida se alimentaba con las muertes de los mirmidones, con las lágrimas de esposas viudas e hijos huérfanos. Las lágrimas eran recogidas en cóncavas vasijas con las que ahogar el dolor. Pero a Aquiles nada le calmaba el dolor, ni el néctar ni la ambrosía, ni siquiera el ícor que llegó a mojar sus labios; nada, ni la sangre divina podía calmarlo, únicamente abrazar a la Venganza podría aplacar su ira.
(http://www.ancient-origins.net/myths-legends/immortality-elixir-life-and-food-gods-001201)
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