domingo, 5 de abril de 2015

La otra mejilla

Sabía que una vez labrada la ciudad pacificada debía hacer lo mismo con la ciudad en guerra. Eran tantas las imágenes que galopaban por sus manos que tuvo que apaciguarlas antes de darles vida. Los corceles enfurecidos se agolpaban en las puertas de la muralla y los aurigas tensaban las riendas. Al otro lado de la muralla guerreros y combatientes aguardaban a que las fauces del león se abrieran. Cuando el hálito de la fiera llegó hasta los enemigos, en el momento en que se abrieron las puertas, el ardor guerrero se apoderó de todos y se lanzaron a una rápida y voraz carrera hacia la muerte. Tánatos se puso su túnica roja y contemplaba en silencio el combate.

(http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_en_la_Antigua_Grecia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.